Me alegra analizar esta colección de relatos que su creador, Blas González de la Fuente, ha recopilado en este libro titulado Relatos imprevistos. Con su imaginación el autor nos invita a pasear por diferentes escenarios, recorriendo desde pueblos castellanos y lluviosas ciudades del norte de España hasta lugares de Centroeuropa. Todos ellos encabezados con citas de autores como Antón Chéjov, Alejandro Jodorowsky, León Tolstói, Pessoa, Unamuno, Coco Chanel, Aristóteles, Laia Soler y algún refrán que define muy bien la perspectiva y el origen de los temas que intuyo que el autor conoce en profundidad por cómo los describe.
Guiaré mis observaciones y recomendación hacia los relatos que más me han llamado la atención, aunque en todos encuentro un agradable interés como lector.
El primero titulado «A la sombra de Chéjov» (1) es un plato fuerte que nos descoloca y nos deja claro que sus finales serán “imprevistos”. En el relato se describe la actuación de una actriz moscovita, dividiendo la historia en dos planos temporales que hace atractivo el mundo emocional de la mujer, tanto en el escenario como en la vida real.
En «El entierro» (2) cuando quizá el lector cree estar preparado para cualquier imprevisto, el autor nos lo deja ver de forma más palpable, la sorpresa está cuando de repente las palabras llevan un aroma a ambigüedad y termina con una reflexión del narrador sobre su propia vida, en un tono poético que contrasta con la escena de los pasajeros en la vía del Metro.
«Esencias del Danubio» (3) aquí vemos un divertido juego creado a través de la personalidad de dos hermanos gemelos, y un final inesperado, de nuevo lo imprevisto entra en escena.
De un salto me voy al octavo «La paranoia del cansancio» (8) que me recuerda de modo natural y directo a un escritor al que admiro mucho, Luis Landero, porque detrás de la luz de las palabras hay un regusto a afán y a empeño que encuentro en la literatura de Landero y sus Juegos de la edad tardía.
«Buscando futuro» (10) donde el autor nos presenta un hecho que te deja sin respiración y bajo este título nos ofrece una carta sincera, profunda y necesariamente dolorida de un hijo a una madre, donándonos una selección de palabras que, sin tener un uso muy extendido (cagachín, teneres, catacaldos, engañifas, trafullerías…) contienen la fuerza que nos harán plantarnos de inmediato en la geografía de aquellas zonas rurales donde sus habitantes las emplearon durante más tiempo. Además, aprovecho la ocasión para decir que hay escenas que seguramente enlacen con episodios de nuestra vida, en concreto, a mí uno de ellos me llevó a visualizar la vida de mi padre, aquel que habla de la alabanza del párroco y del maestro hacia las habilidades del que le escribe la carta a su madre, con algún matiz diferenciador que no ha impedido que me venga el recuerdo de inmediato.
«Volver al futuro» (11) es sorprendente cuando, en algunos párrafos del final, nos habla de escenas que me recuerdan a Ray Bradbury.
«Bajo la chimenea con mi madre» (12) aquí Blas da un giro inesperado en un tema tan delicado como las herencias.
«El gato en el fuego» (17) es una historia que bien podría haber vivido yo, en el pueblo zamorano donde mi padre pasó su juventud, junto a las brasas y los animales que no teníamos en la ciudad. Incluso me hace reír la vanidad gatuna y su consecuente escarmiento como en la vida real.
«La ley» (18) que al igual que la amistad se puede quebrar, cuando una guerra civil arrastra por medio un odio, que se extiende sin límites hasta llegar a lo absurdo.
«Rugidos en el silencio» (20) otra escena familiar que en varias ocasiones me recuerda a mi padre contando sus correrías de infancia: cuando el personaje cuidaba de las vacas en una pradera bucólica, leyendo una novela que tengo por magnífica, El extranjero de Camus… y una relación especial del protagonista con cierto animal bíblico.
En el último relato «La película» (22) es la recompensa de lo ganado en una apuesta por la que compiten dos chicos jugando al frontón, y para mi propio deleite el apunte suave, pero certero, de mi adorado Fellini…
Ahora bien, antes de terminar esta crónica deseo detenerme de forma especial en el relato titulado «Gomi» (13), un personaje que me llama mucho la atención. Siendo el tercer hermano, es muy peculiar cómo asume su propia personalidad y se deja llevar por una intuición que late a otro ritmo, por el que respiran sus reflexiones en el contexto rural en el que vive, y de este modo vuela su imaginación soltando “versos hermosos y verdades filosóficas”. Otro momento donde mi memoria se encamina de nuevo a las antiguas estancias estivales de mi infancia, al pueblo natal de mi padre, en la zamorana tierra de pan. Y lo más gracioso de todo este asunto es la identificación, más o menos posible o rigurosa con Gomi, porque de esa guisa me he llegado a sentir yo hablando con los habitantes de la aldea zamorana.
La impresión que me queda leyendo este libro es sugerente y curiosa, lo que me confirma que la materia que fluye por la prosa de Blas González está enraizada directamente en las geografías que sigo con interés, ciudades en las que he vivido y pueblos que me llevan al que conocí de pequeño en los largos veranos, antes del comienzo de cada curso escolar.
Tras leer de nuevo casi el conjunto de Relatos imprevistos, con el objetivo de presentar este libro a la crítica y al debate, he pensado que probablemente lo que Blas nos ha ofrecido es una selección de sus muchos escritos, por lo que habrá que estar atentos a sus noticias literarias, con el deseo de que nos ofrezca nuevas publicaciones.
Antonio Pino
Letraherido // Poeta y escritor
Ahora bien, antes de terminar esta crónica deseo detenerme de forma especial en el relato titulado «Gomi» (13), un personaje que me llaades filoóficas”. Otro momento donde mi memoria se encamina de nuevo a las antiguas estancias estivales de mi infancia, al pueblo natal de mi padre, en la zamorana tierra de pan. Y lo más gracioso de todo este asunto es la identificación, más o menos posible o rigurosa con Gomi, porque de esa guisa me he llegado a sentir yo hablando con los habitantes de la aldea zamorana.